Muchas veces, los fotógrafos que en las ceremonias rondan alrededor del altar suelen molestar a los curas. Distraen a los feligreses, se colocan en inverisímiles lugares y entran y salen del templo sin saludar ni despedirse. A mi eso me ocurría cuando estaba de párroco en una iglesia donde abundaban fiestas, procesiones, bodas…
Otros fotógrafos sin embargo saben cumplir muy bien sus función: educados, saben moverse discretamente por el altar, en las procesiones, etc., y se les nota conocer su oficio respetando el de los demás. Un de ellos es el entrañable Manolo Guallart, que no solía fallar a ninguna de las grandes fiestas que se celebraran en la diócesis. Sabía encontrar el encuadre preciso, el ángulo perfecto, la luz precisa. Era además de un caballero, un hombre religioso practicante, miembro y seguidor de la asociación de los “focolari” que fundó Chiara Lubich.
Su modo de hacer las fotografías, y su resultado icónico, transparentaban una profunda actitud de respeto religioso y esa fe ardiente que tenía en Jesús y en su Madre, la “Mare dels Desamparats”. Ahora está con ellos, pues ayer mismo la muerte nos lo arrebató. Una dura enfermedad los retiró hace unos meses de toda actividad y éste es el texto -precioso, emocionante- de despedida que escribió en su muro de Facebook.
Manolo, descansa en paz y encuentra la Luz, tu que sabías utilizarla y moldearla para crear tus bellas fotografías.
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