La semana pasada me permití una
salida al campo. El propósito era sencillamente disfrutar del esplendor de esta
primavera. (Unos amigos me dijeron: sal a la montaña: verás qué bonita está). Y
fue desde luego una auténtica gozada.
Este año, debidoa que el invierno
se alargó, la primavera ha sido tardía y las abundantes lluvias de hace un mes,
han provocado que el campo estuviera pintado de un verdor y color
impresionantes. Parecido al verso de Antonio Machado que decía “En las estepas
del alto Duero, Primavera tarda, ¡pero es tan dulce y bella cuando llega!”
Estuve en la Alta Serranía, y en la
rambla de Alcotas y el valle del Arquela (un valle secreto que transcurre entre
Alpuente y el nacimiento del Rio Tuéjar). Allí la primavera lucía de un modo
maravilloso. Los campos en barbecho o abandonados estaban saturados de florecillas, las amapolas aparecían en todos los enloquecidas ocupando todos los rincones, tiñendo de roja sangre los
márgenes de los caminos y los ribazos de
los bancales. La ontina, con sus botones de oro a punto de florecer,
parecía planta de jardín de diseño. Los pinos estrenaban sus juveniles
pimpollos. Enhiestos y orgullosos, las
espigas de los gladíolos silvestres
presumían en los bordes de los caminos.
Las viñas, con sus cepas plantadas en simétricos alineamientos,
brillaban con los verdes y tiernos sarmientos florecidos contrastaban con el
suelo ocre y recién arado. Los almendros mostraban ya sus frutos cubiertos por
la cáscara verde gris y aterciopelada.
He hecho un montón de fotografías
que me han hecho disfrutar aún más de la hermosa primavera de este año.
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