Jesús fue un maestro itinerante,
nunca estuvo quieto mucho tiempo en el mismo sitio. Primero en Galilea y
después hasta Judea, Jesús iba recorriendo todos los caminos que le conducían a
encontrarse con la gente y anunciar el reino de Dios.
Y los requisitos para su seguimiento no podían ser más claros: exige una
gran radicalidad. O sea, que no podemos ser cristianos a medias.
El Evangelio de este domingo nos
muestra algunas respuestas que dio Jesús de cómo tenía que ser ese seguimiento.
Para ser sus discípulos, no hay que mirar atrás, no hay que invocar el pasado,
Hay que desprenderse incluso de muchas cosas que a primera vista parecen hasta
sagradas y relativizar otras que parecen fundamentales, absolutas.
No hay que interpretar al pie de la
letra las palabras que dice Jesús, sin embargo las condiciones siguen en pie:
¿Estoy yo dispuesto a aceptarlas?
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