El Evangelio
de esta semana hace de puente con los domingos anteriores y los que van a venir
después, que nos hablarán del futuro, de la trascendencia, del más allá, para
así acabar el año litúrgico.
Algo que me gusta mucho de este Evangelio de
hoy: “Dios es un Dios de vivos, no de muertos".
¿Cuántas
veces hemos mostrado a Dios como un Dios de muertos”? El dios cruel y castigador,
el dios tirano, el dios policía, el dios tapagujeros, el dios aguafiestas. Ese
es el dios muerto que por desgracia muchos cristianos creen y transforma a
muchos en tristes cristianos. ¡Es natural que huyan y renieguen de Él!
Pero hay
otro Dios que es el que nos reveló Jesús de Nazaret: él mismo. El Dios que ama
a la vida, que le gusta pintar de colores el mundo, que llena el alma de
alegría, que mira con optimismo el mundo, que inunda de esperanza aquel que
cree en el, que nos dice que aunque las cosas a veces vaya mal, Él tendrá al
final la última palabra: palabras de amor, de esperanza, de júbilo.
A ese Dios
yo me apunto, ese es el Dios en el que yo creo. El Dios al que también os
invito a creer. Veréis que bien, pese a todo, os van a ir las cosas.
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