Zaqueo y saqueo son dos palabras muy
parecidas, (de hecho el corrector automático a veces confunde la palabra). Y es que Zaqueo de Jericó era un insaciable recaudador de
hacienda. De estos que hoy al amparo de la ley también conocemos y cuyos nombres públicos odiamos. ¿Quién los quería? Salvo los de su misma ralea, el pueblo los odiaba.
Que sea bajito y que no pueda ver pasar a
Jesús porque la
multitud le daba la espalda y se lo impedía no es una casualidad. La
solución que adopta, él, un hombre tan importante, es la ocasión de su salvación.
Subido a la higuera (¡qué ridículo! va a ser la ocasión que le va dar salida a su vida. Las miradas de Zaqueo y Jesús se encuentran. En los ojos de Zaqueo,
mucha curiosidad y seguramente, también, una secreta petición de auxilio. En los de Jesús, una mirada, no de reproche y condena, sino de amor y de cariño y de deseo de abrazo. Así que Jesús se autoinvita a su casa para comer.
Y en plena comida, las murmuraciones, los
rumores, las miradas de soslayo continúan. Pero Zaqueo manda a
todos al carajo, se levanta y grita: ¡Hasta aquí hemos llegado!.
Voy a cambiar de vida porque solamente la amistad de Jesús y lo que e4so compromete, puedo hacerme
feliz.
¡Feliz encuentro!. ¿Porque no puede también ocurrir esto en mi vida?
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