La tumba de Antonio Machado en el cementerio del pueblecito costero de
Colliure junto a la frontera sudeste de Francia con España, es tan sencilla y
humilde como lo fue el poeta en vida. Una gran losa casi a ras del suelo, no
muy limpia, llena de restos de pequeños homenajes que la gente ha puesto encima:
piedrecitas, papeles con versos, flores secas y mustias, cintas y banderitas
con los colores republicanos, algún ramo de flores recientes. A la cabecera de
la losa, donde está también escrito el nombre de su madre, que murió tres días
después y posteriormente enterrada con él, la imagen del poeta en un altorrelieve.
Desde hace mucho tiempo yo deseaba visitarla y el sábado pasado pude
cumplir mi deseo. De vuelta de mi estancia de la Provenza francesa con mis
amigos de viaje nos acercamos al cementerio de Colliure donde están en humilde
tumba enterrados los restos del poeta sevillano.
Así que acompañado de mis numerosos amigos viajeros, rendimos homenaje
emocionado a este poeta tan entrañable, compañero invisible, con sus versos, durante
mi adolescencia y juventud y que algunos de mentalidad partidista quieren apropiárselo
políticamente. En voz alta leí el poema "A José María Palacio” donde el
poeta preguntaba por el inicio de la primavera de Soria, como excusa en el fondo
para recordar a Leonor, su joven esposa muerta, la mujer que le dio los pocos
años de felicidad en su vida.
En la losa de su tumba, entre papeles y flores secas había cintas y
banderitas republicanas. Más de un homenaje, terminaría con el canto emocionado
de la Internacional. Yo, dejando a un lado mi sentir político, hice otra cosa para
mi más importante: rezar un Padrenuestro por el poeta para que se encuentre, él,
que siempre la buscó, con la Suprema Belleza, que es Dios. Seguro que sí, que está
con Él, pues soñó que la tenía, como una
bendita ilusión, dentro de su corazón.
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