viernes, 4 de noviembre de 2016

Carta a mi amigo Jose María sobre las cenizas de los muertos


Contesto, José María, a tu email donde hablas de los conflictos que se pueden crear en este asunto que ha despertado la Iglesia sobre las cenizas y enterramientos de muertos.  Tengo una opinión parecida a la tuya a raíz de ese documento del Vaticano que habla sobre dónde se deben guardar las cenizas de nuestros muertos. A mí me preocupa esa intervención del Vaticano porque incrementa y aumenta ese sentido de exclusión para los que no cumplen los requisitos marcados por la Santa Sede y que pueden hacer que aún más se alejen de la iglesia, es decir del pueblo de Cristo.
Es verdad que algunas veces el depósito de cenizas en ciertos lugares puede convertirse en un gesto vanal, vulgar y por tanto, poco respetuoso.

Yo he visto allá en el Santuario del Rocío, un reguero de  de cenizas funerarias vertidas en las arenas que  rodean el Santuario. Cenizas que han sido pisadas, manchadas por restos de basuras e incluso y con perdón, ensuciadas y mezclada por los orines y deposiciones de los caballos. Igualmente, también le ayuntamiento de Almonte para evitar la polución que pueden provocar las cenizas que se viertan en las aguas de la bella laguna-marisma que rodea el santuario, construyó una especie de altar-depósito- contenedor para verter allí dentro las cenizas de los rocieros muertos, mezclando las unas con otras.  El curioso contenedor está ahora  prácticamente abandonado, sucio y con aspecto de triste de desidia humana, y ruina.



Es lógico que haya que colocar las cenizas en un lugar digno como corresponde al amor de las personas que murieron. Y colocarlas en un lugar sagrado es relativamente fácil porque sagrado no es solamente un cementerio o en un columbario de una iglesia. Es también lugar sagrado, la cima de una montaña, la profundidad del mar, o un rincón oscuro de un bosque donde mana y corre un arroyo. Aunque pueda parecer panteísta hay también hay una hierofanía o manifestación de lo sagrado.

Si hacemos compatibles con estas opciones que son muy respetables y que a veces ponen en evidencia el sentido de redención de la naturaleza que a veces olvidada la misma iglesia, se puede ser un buen cristiano aunque pidas la cremación inquietud restos sean guardados en un lugar seguro y santificados por el amor, por la devoción, por el sentido que en vida le dio al que ahora es sólo polvo y cenizas: polvo enamorado de la montaña a del bosque o el sencillo jardín que le dio la tranquila paz familiar.

Demasiadas exclusiones está fabricando la iglesia católica en ese afán de querer manejar hasta lo más íntimo del creyente.

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