Contesto, José María, a tu email donde hablas de los
conflictos que se pueden crear en este asunto que ha despertado la Iglesia sobre
las cenizas y enterramientos de muertos.
Tengo una opinión parecida a la tuya a raíz de ese documento del
Vaticano que habla sobre dónde se deben guardar las cenizas de nuestros
muertos. A mí me preocupa esa intervención del Vaticano porque incrementa y
aumenta ese sentido de exclusión para los que no cumplen los requisitos
marcados por la Santa Sede y que pueden hacer que aún más se alejen de la
iglesia, es decir del pueblo de Cristo.
Es verdad que algunas veces el depósito de cenizas en ciertos
lugares puede convertirse en un gesto vanal, vulgar y por tanto, poco
respetuoso.
Yo he visto allá en el Santuario del Rocío, un reguero de de cenizas funerarias vertidas en las arenas que rodean el Santuario. Cenizas que han sido
pisadas, manchadas por restos de basuras e incluso y con perdón, ensuciadas y
mezclada por los orines y deposiciones de los caballos. Igualmente, también le ayuntamiento
de Almonte para evitar la polución que pueden provocar las cenizas que se viertan
en las aguas de la bella laguna-marisma que rodea el santuario, construyó una
especie de altar-depósito- contenedor para verter allí dentro las cenizas de
los rocieros muertos, mezclando las unas con otras. El curioso contenedor está ahora prácticamente abandonado, sucio y con aspecto
de triste de desidia humana, y ruina.
Es lógico que haya que colocar las cenizas en un lugar digno
como corresponde al amor de las personas que murieron. Y colocarlas en un lugar
sagrado es relativamente fácil porque sagrado no es solamente un cementerio o
en un columbario de una iglesia. Es también lugar sagrado, la cima de una
montaña, la profundidad del mar, o un rincón oscuro de un bosque donde mana y
corre un arroyo. Aunque pueda parecer panteísta hay también hay una hierofanía o
manifestación de lo sagrado.
Si hacemos compatibles con estas opciones que son muy
respetables y que a veces ponen en evidencia el sentido de redención de la
naturaleza que a veces olvidada la misma iglesia, se puede ser un buen
cristiano aunque pidas la cremación inquietud restos sean guardados en un lugar
seguro y santificados por el amor, por la devoción, por el sentido que en vida
le dio al que ahora es sólo polvo y cenizas: polvo enamorado de la montaña a
del bosque o el sencillo jardín que le dio la tranquila paz familiar.
Demasiadas exclusiones está fabricando la iglesia católica en
ese afán de querer manejar hasta lo más íntimo del creyente.
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