lunes, 21 de noviembre de 2016

Hemos perdido a un hombre sabio y bueno: El tío Ricardo



De las personas que nos dejan y que han convivido muy cercanamente a nosotros, solemos recordar siempre las mejores cualidades que poseían. Y, muchas veces, esas cualidades no eran ni extraordinarias ni se ejercitaban heroicamente. Dejamos sus fallos y defectos a Dios, que es el que los tiene que juzgar y perdonar. La vida sencilla y ordinaria es a veces la pauta con la que se dibuja el perfil de esa gente “de buena voluntad a los que ama el Señor”.
            Llego ahora a mi casa, de regreso del tanatorio donde he asistido a la misa del entierro y funeral de “el tío Ricardo”, un hombre bueno, que llegó a los 95 años lleno del vigor de Dios en el que él firmemente creía, manifestándolo abiertamente a través de su gran devoción a la imagen que representaba al Cristo del Salvador y del Amparo y a su pertenencia fervorosa a la Cofradía de Seguidores de la Virgen de los Desamparados.
             Era un hombre muy entrañable, que parapetado en su sordera de la que se defendía con el audífono, siempre contagiaba confiada firmeza con su  sumo trato afable y su abierta sonrisa; esparcía esperanza y entusiasmo, confianza en la Providencia y amor a esa entrañable y patria chica que era para él El Cabañal/Cañamelar.
            Tuve la ocasión de tratar al Tío Ricardo bastantes veces, lo que hizo que el cariño y la amistad se trabaran en nuestras vidas. Me acuerdo enormemente de la entereza que le daba su firme fe y su esperanzada resignación cuando hace unos años perdió a su hijo. Yo estuve muy cerca de él en aquellos días aciagos.
               El tío Ricardo era una auténtica institución en los Poblados Marítimos. Su experiencia convertida en memoria de la celebración de la Semana Santa Marinera era una verdadera enciclopedia, que nos describía también la historia íntima y pública del Cabanyal/Canyamelar.
Su sencillez, su afabilidad, su sentido común, su admirable y serena sabiduría van a dejar un gran hueco en mi vida y también en aquellos barrios donde él vivió.

           Descanse en paz. Yo lo recordaré siempre en mi oración personal.

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