sábado, 10 de febrero de 2018
POR EL JAVALAMBRE
En lo más alto del Ragudo, esa especie de Farallón que separa Valencia de Teruel y que es como un peldaño que da acceso a la Meseta, quedan algunos restos del tiempo de la Guerra Civil Española especialmente lo que fue el duro fue frente de Teruel. Allí junto a unas trincheras y compitiendo con las altas torres de los molinos de viento, hay dos miradores de vigilancia. Desde allí se divisa toda la planicie que llega hasta Jérica. A tus pies, toda la comarca del Alto Palencia e incluso como si fuera un zócalo final la línea del horizonte del mar. Sin duda era un lugar estratégico y privilegiado para poder vigilar cualquier movimiento de las tropas enemigas.
Ayer estuve allí, atravesando todas esas tierras que en sus partes más bajas estaban salpicadas por la nieve y en las más altas, cubiertas totalmente. Es admirable ese paisaje tan adusto, tan austero y que está tan próximo a los valles, llanos y playas de Castellón y Valencia.
Fue un gran recorrido que realicé con un amigo al que me une además de una gran amistad, la misma gran afición a la montaña, a la belleza de la naturaleza, al silencio de las cumbres. Fue un recorrido muy largo, casi siempre rodeados de nieve: Canales, Bejís, Navajas, las Cuestas del Ragudo, Barracas, El Toro, Manzanera, Torrijas, el nacimiento del río Arcos, casi en la cumbre del Javalambre y regresar por la Serranía Alta. Muchos kilómetros, muchos paisajes fotografiados y el júbilo de estar en contacto directo con una naturaleza austera, sobria, solitaria y prácticamente desértica que aumenta, si cabe, el gozo de su hermosura.
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