Límpiame, Señor,
esta lepra
que se me pega
a la piel, a la entraña,
a la memoria.
Sana la herida del odio
que vuelve enemigo al hermano.
Vacía las sacas de codicia
que me encadenan a un cofre
de espejismos.
Cúrame del miedo
a tu evangelio,
a la memoria.
Sana la herida del odio
que vuelve enemigo al hermano.
Vacía las sacas de codicia
que me encadenan a un cofre
de espejismos.
Cúrame del miedo
a tu evangelio,
cuando es profecía,
conflicto o exigencia.
Restaura los puentes caídos
que me aíslan
del hijo pródigo,
del samaritano golpeado,
del huérfano o de la viuda,
del fariseo ciego.
Libérame del ruido
que llena mis días
de promesas postizas.
Toca estas llagas
que solo tú ves,
Señor.
Abraza
las noches oscuras
del alma, y enciende
con tu fuego,
los parajes helados de dentro.
Si quieres, puedes.
conflicto o exigencia.
Restaura los puentes caídos
que me aíslan
del hijo pródigo,
del samaritano golpeado,
del huérfano o de la viuda,
del fariseo ciego.
Libérame del ruido
que llena mis días
de promesas postizas.
Toca estas llagas
que solo tú ves,
Señor.
Abraza
las noches oscuras
del alma, y enciende
con tu fuego,
los parajes helados de dentro.
Si quieres, puedes.
(José Mª R. Olaizola, sj)
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