Estos días radiantes de mayo donde la luz se instala hasta en el meollo y la raíz y de los árboles y donde compiten, nubes, cielo, árboles y tierra para comprobar quién de todos luce más. La insolencia del talle juvenil del pino con sus pimpollos verdes, las altas y cuaresmales jacarandas, los frondosos y acharolados ficus, el amor tupido de la enredadera que viste al umbráculo de la rotonda del estanque, el añil del cielo donde las nubes parecen blancas sábanas, lavadas en éste y tendidas al sol para secarse. Una brisa, como el aliento de un ángel, los acaricia y transfigura.
Ay, este mayo que también parece, como la arena de entre los dedos, escaparse de nuestras manos atadas por el forzoso retiro. Pese ello, toda la naturaleza parece consolarnos de la angustiosa y tremenda calamidad que estamos pasando. Sin duda ahora este bello e insolente mayo nos abre a la esperanza y nos promete que pronto andaremos sus caminos...
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