Estuve el otro día en el acto de homenaje y recuerdo a Lluís Marco Benlloch, fallecido hace unos meses. Fue al principio sacerdote y luego ya secularizado, maestro del bello pueblecito (pues parece una maqueta) de Marines. Lo organizaba el Aula de Ciutadanía del Ayuntamiento de Llìria. Con el título de “Humanismo, compromiso y trascendencia desde el perfil humano de Lluís Marco Benlloch”, tomaron la palabra tres personas que habían tenido relación con él, todos alumnos y discípulos suyos: el filósofo y catedrático Jesús Conill, la joven Lola Celda, alcaldesa de Marines, y Germán Gil profesor de Historia de la Educación. Éstos dos últimos perfilaron el retrato humano de este hombre admirable que gastó su vida en el servicio a los demás. Jesús Conill, que casi no lo conoció (¡fue su profesor de latín, en el seminario, donde Luis al principio fue enseñante latinista!) , es el que más profundizó en su retrato interior. a través de los libros que el maestro de Marines escribió -muy amenos, por cierto, pues son memorias biográficas salpicadas de buen humor-. Conill nos habló de sus ideas, de sus creencias y de sus valores que este admirado maestro vivió y compartió con sus alumnos y vecinos.
Después del testimonio de algunos de los presentes en la conferencia, hablaron su viuda Dulce, y sus hijos, llenos evidentemente de sentimiento, cálido amor y recuerdo hacia una persona tan querida. En la sala todos vivimos con ellos un alto nivel de emotividad.
Aunque quizá ese no era el momento a mí me hubiera gustado que se hubiera hablado más de ese motor que impulsaba a Lluís Marco hacer posible la transmisión de la visión de un mundo casi utópico que Él deseaba y también cómo su fe en el Evangelio de Jesús, el Resucitado, que nunca perdió, pese a sus encontronazos con la jerarquía eclesiástica, le dio fuerza para convertir todo lo que hacía en amor generoso y entregado.
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