jueves, 3 de junio de 2021

TRAS EL SILENCIO DE DIOS

 


Me decía el otro día un amigo que él había perdido la fe, que había dejado de creer en Dios y seguramente -me confesaba-  que la causa es que, de cuando niño y adolescente, le hablaron demasiado de él y le dijeron que con él se encontraría si lo buscaba entre el ruido excesivo de los actos piadosos, ritos y ceremonias. Por eso no quería analizar ese tema, ni analizarlo ni profundizar en teologías y en altas disquisiciones sobre él.

 

Le respondí que quizá seguramente en el silencio de su corazón podría habitar Dios. Porque lo primero que es Dios, es silencio. Detrás de la callada cortina del silencio tal vez allí hable Dios y que, por eso en su sospecha de ese silencio y ausencia que siente sobre Dios, esté tal vez su presencia. Que tal vez ese Dios en el que no cree se manifieste, sin ritos ni ceremonias, ni rezos especiales, cuando tras cada noche amanece el día, o cuando después del frío invierno surge la primavera, en que cada día que pasa, en el amor y la rebeldía de los jóvenes, en las risas del parque, en la vida que continúa.

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