A mí el día de
ayer, Día del Trabajo, como casi todas las fiestas civiles, me sabe a extraño,
a un día inclasificable. Debe ser que por mi oficio de cura, los días de fiesta,
casi todos “de precepto” (expresión que me pone de los nervios), siempre los
tengo muy ocupados, y así los días festivos civiles me pillan descolocado.
No fui a la
manifestación.(Hace muchos años que a esas cosas no acudo: me parecen
inoperantes y casi siempre llenas de demagogia). Con la televisión me pasa
igual: en cuanto aparecen los líderes sindicalistas hablando cambio de canal.
(Esos dos señores -el de CCOO y el incombustible de UGT - un energúmeno que
parece haberse eternizado en ese sindicato- me parecen personajes que no hablan más que con soflamas y que estuvieron complacientemente callados en la época de
Zapatero).
Así pues, utilicé este día para
mí algo especial, aprovechando el sol de esta primavera fresquita: dándome un
buen paseo. Mi salud me
lo agradecerá. Aún me sentí mejor cuando leí las palabras casi espontáneas que
dijo el Papa Francisco:
"El titular que me chocó de verdad el día de la
tragedia de Bangladesh fue 'Vivir con 38 euros al mes'. Era lo que cobraba toda
esa gente que murió. Es lo que se llama trabajo esclavo", declaró el papa en su homilía
citada por la radio.
"Hoy en el mundo esta esclavitud ataca a algo bello
que nos dio Dios: la capacidad de crear, de trabajar, de tener dignidad.
¡Cuántos hermanos y hermanas se encuentran en esta situación!"
"No pagar honradamente, no dar un trabajo
porque sólo se tienen en cuenta los resultados financieros, porque sólo se
busca la ganancia, va en contra de Dios!",
"Hay mucha gente que quiere trabajar pero no
puede. Cuando una sociedad se organiza de manera que todo el mundo no tiene la
posibilidad de trabajar, esta sociedad no es justa", recalcó el Papa, en el Día de los
Trabajadores.
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