Rebelde,
cuyo título original es la bruja de la guerra (War witch) es una película
dirigida por el cineasta de origen vietnamita, pero que vive desde su infancia
en Canadá. Presenta la denuncia de esa terrible lacra olvidada por occidente que es la situación de los
niños soldados en África. La película sobre todo en su primera parte, muestra a
través de casi un documental realizado con vertiginoso brío, la situación y los
crueles sufrimientos de esos niños obligados a la fuerza a coger las armas.
Después, la película se remansa y gira alrededor del idilio entre los dos
adolescentes. Las visiones extrañas de ella y los ritos mágicos de él, añaden a
la película una fuerza o una dimensión exótica y religiosa propia de esas
culturas tan desconocidas por los occidentales. Hay escenas de violencia
extrema dado el tema del filme.
Aunque el
filme de Kim Nguyen está muy bien realizado y tiene un excelente guión (desde
aquí se recomienda para ser visto, especialmente para padres y educadores)
adolece sin embargo de caer en la mirada tópica del espectador europeo. Parece
como si todos los problemas de África fueran siempre los mismos, y cuya
solución, incluso esta película, es asunto de los africanos, que han de llegar
a una entente. Cuando no es así: África se ha convertido desde hace ya siglos
en el vertedero de los sucios negocios y manejos del capitalismo occidental. La
esquilmadora herencia del colonialismo y la voraz ambición de las
multinacionales están asolando los países subsaharianos.
Este
defecto, aunque es grave, no debilita la fortaleza de este filme tan bien
hecho, que reconcilia al espectador con el buen cine. Porque “Rebelde” además
de ser un filme denuncia, nos habla de la pérdida de la inocencia, del poder y
la tiranía, de la explotación humana de libertad y de la esclavitud, de la
importancia de la simbología y ritos religiosos.
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