Después de siete días, regreso del Rocío.
Este
año la romería ha sido la más fría y con menos gente de las veintitrés que ya
tengo a mi espalda. Llamaba la atención las calles De la aldea de Almonte,
otrora atestadas de gente. Se podía
pasear muy cómodamente por ellas sin
tener que sortear caballos, evitar carriolas ni tropezar con la gente. Con la
constante amenaza de lluvia que en muy poco momentos cuajó, un viento gélido
hizo que muchas veces en pleno mediodía tuviéramos que usar ropa de abrigo.
Estos
obstáculos precisamente han favorecido que se cumpliesen muchos de los
objetivos de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Valencia de la que yo
soy Director espiritual.
El
camino desde Benacazón hasta el Rocío, (unos 80 km andados en tres días) es
siempre maravilloso: el campo parecía un jardín, la marisma estaba espléndida
de flores. Fueron tres jornadas de
convivencia y fraternidad. Después una vez llegados a la aldea del Rocío, los
actos oficiales en los que tuvimos que participar salieron perfectamente.
El final fue apoteósico: el encuentro de la
Hermandad y su "Sinpecado" con la imagen de la Virgen del Rocío en la
multitudinaria y prolongada procesión del lunes de Pentecostés. La emoción y
las lágrimas de tener a la imagen de Virgen del Rocío tan cerca estalló en el
corazón de todos los hermanos de Valencia. Ojalá que esa emoción se convierta
en sentimiento religioso y éste en acto
de fe y testimonio de vida auténticamente cristiana.
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