miércoles, 10 de julio de 2013

El Papa Francisco va en serio



 Lo del papa Francisco va en serio. Aquella promesa que surgió cuando salió al balcón de San Pedro y nos pareció que en sus modos y maneras algo había cambiado, se está haciendo realidad. Su forma de vestir, su manera de celebrar la Misa, su modo directo de hablar, sus de gestos sencillos y eficaces, están empezando transformar a la Iglesia. La comisión que ha creado para reformar la curia, su golpe certero al Banco del Vaticano, son también palabras mayores.

Y su deseo de que la Iglesia se haga presente en la periferia también se ha empezado a cumplir. Esa periferia que esla intersección dramática entre quienes tienen de todo —los turistas que llegan a la preciosa isla del Mediterráneo para pasar sus vacaciones— y quienes se echan al mar apostando lo único que tienen. .

Hace unos días estuvo en la isla de Lampedusa, al sur de Italia, a dónde van a parar miles de inmigrantes  literalmente  muertos o medio muertos. Lampedusa es el punto negro de la desvergüenza de la Europa del bienestar.

Hasta allí ha llegado el Papa Francisco en su primer viaje fuera del Vaticano. Ha pedido a los altos eclesiásticos y a los políticos que no le acompañen (para que no hagan el paseíllo que tanto les gusta). Ha celebrado misa sobre una patera como altar. Y ha recorrido la isla en un "jeep" cedido por un residente de la isla.

Y en dos folios como homilía ha dicho verdades como puños que deberían al menos hacernos sonrojar  a todos.

“¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas, de todos aquellos que viajaban sobre las barcas, por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos, por estos hombres que buscaban cualquier cosa para mantener a sus familias? Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto... La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia”.
“¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos? Ninguno. Todos respondemos: yo no he sido, yo no tengo nada que ver, serán otros, pero yo no. Hoy nadie se siente responsable, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita [..]. Miramos al hermano medio muerto al borde de la acera y tal vez pensamos: pobrecito, y continuamos nuestro camino, no es asunto nuestro, y así nos sentimos tranquilos. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar solo en nosotros mismos, nos convierte en insensibles al grito de los demás, nos hace vivir en pompas de jabón, que son bonitas, pero son inútiles, no son nada...”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario