Se acabaron los sanfermines. Famosa y multitudinaria fiesta
que gracias a la “canonización” de Hemingway es conocida en el mundo entero
como una fiesta de bizarría, valor y “hombría”.
A los anti taurinos no les hará mucha gracia y a mí tampoco,
pese a que me gustan los toros. Esa muestra de brutalidad y riesgos inútiles me
parecen algo mortalmente superfluo. Pero seguramente así es la fiesta. La gente
presume hasta de sus heridas y parece que ser hospitalizado es un honor.
Yo no sé si el chico al que corneó gravemente un toro y al
que se la ha tenido que cortar un brazo, dentro de veinte años, presumirá de su
muñón, o maldecirá el día que fue a San Fermín.
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