Una niña de 12
años, aparece muerta en medio del bosque. Sin síntomas o de abuso sexual,
parece que ha sido asfixiada. Las pesquisas policiales pronto señalan a los
padres como causantes de su muerte. Buscan ahora descubrir los móviles de tal
cruel asesinato.
No es la
sinopsis de una de esas novelas ahora de moda o del género policiaco que se
inscribe en los países nórdicos. Ni el arranque del guión de una película de
suspense y de intriga. Como otras veces, la realidad supera a la ficción.
El crimen de Santiago
de Compostela es horrendo pero más
amargo aún parece por la consabida
reacción de los medios de comunicación. Especialmente la televisión. Otra vez
más como aves carroñeras, los periodistas están un hozando en la basura del
morbo, para sacar y dar al público aún más carroña.
Es verdad que
este crimen ha levantado alarma social, y a todos se nos encoge el corazón
pensando cómo es posible que unos padres puedan asesinar a su hija. Pero es
verdad que el estupor y espanto que nos provoca este crimen, se ve totalmente
devaluado cuando seguimos y acompañamos a los periodistas buitres sacando
tajada de este triste suceso. Y esto no es nuevo, ya ha ocurrido otras veces.
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