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Continúa Jesús en los evangelios de estos domingos, hablándonos de los pobres y los ricos. Hoy nos cuenta la
historieta del rico que banqueteaba y el pobre Lázaro.
Parece que esté justificando la pobreza de Lázaro, con la promesa de un premio posterior, en la otra
vida, simplemente por ser pobre. No se trata de eso. La parábola
nos habla más bien de cómo es Dios y cómo llegamos a ser los hombres.
Lázaro simboliza el hombre que no tiene nada, que ni siquiera
recibe la compasión humana; las únicas caricias que recibe, son los perros que le lamen. Jesús nos dice: Dios está con los sencillos, los
humildes, los pobres de corazón. La garantía de tener a Dios cerca, no es la carencia de medios económicos, sino la humildad, la sencillez, el tener el corazón abierto a las necesidades de los demás.
Y los ricos,
¿qué?. También podrían llegar al seno de Abrahán,
si en vez de ostentación, poder y banquetes, tuvieran
el corazón sencillo, abierto a los demás. El abismo que cavan entre los hombres sería un puente de comunicación
y compartir.
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