Unas cuantas cosas que me disgustan del
cine español.
Uno.
Que sólo las películas muy publicitadas, o
amparadas por los padrinos del cine en España (Almodóvar, Trueba...), tengan
espectadores.
Dos.
Que los espectadores que han superado la
alergia al cine español vayan a ver películas españolas llenos de prejuicios,
resabiados y escamados. Yo soy el primero.
Tres.
Que el público no acuda a ver otras
películas españolas que se hacen en nuestro país y que son muy dignas de ser
tenidas en cuenta. La causa puede ser la negativa comercial de los
distribuidores y exhibidores. Y es que en España se ruedan buenas películas...
¡que no llegan a estrenarse!
Cuatro.
Que los actores españoles, que saben
muchos actuar bien, no sepan pronunciar el castellano. ¡Si ruedan con sonido
directo, tienen que aprender a vocalizar! Yo no estoy sordo, pero me pierdo
muchos de los diálogos de las películas hispanas.
Y cinco.
Después de ver "La gran familia
española", me ratifico en lo dicho anteriormente. Eso no es una familia,
los personajes están todos medio desquiciados, las situaciones son tan
estrambóticas y tan ñoñas, que provocan la risa tonta. Su audacia y osadía en
los planteamientos es ficticia pues busca la complacencia del espectador.
Prefiero aquella otra película, en blanco y negro, donde Alberto Closas, Pepe
Isbert, y José Luis López Vázquez vivían situaciones familiares más creíbles.
(Me refiero a "La gran familia"
de 1962).
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