El
Evangelio de este domingo nos selecciona dos de las tres parábolas que se narran en el capítulo 15 de San Lucas (las
parábolas de la misericordia de Dios): la oveja y la moneda perdidas. La otra
parábola es la conocida y maravillosa de "El hijo pródigo".
Jesús
nos señala que para Dios nunca considera al hombre que peca como un infectado,
o un pervertido, o alguien al que es mejor obviar u olvidar. Para Dios un
pecador es un hijo que ha perdido, y Él andará buscándole día y noche a costa
incluso de dejar seguridades. La alegría que siente su corazón es su mayor
recompensa: para el que se pierde (el hombre) y para el que encuentra (Dios).
¡Qué
poco hemos aprendido cuando siempre estamos condenando a aquel que se sale de
nuestros caminos y perspectivas!¡ Qué lejos está la Iglesia de esa misericordia
de Dios, cuando tantas veces en vez de comprender y buscar al pecador, al que
se sale de sus filas, no ha hecho más
que condenar y excomulgar!
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