Estas semanas Llíria arde en fiestas. Ayer
mismo acabaron las del barrio del Raval, o sea las de la parroquia de San
Francisco. Y ahora siguen (ayer celebraron su cabalgata) las del Remedio, de la
parroquia de la Asunción. Acabadas éstas, tras unos días de pausa, comenzarán
la del pueblo entero, las fiestas de San Miguel, de gran fama en toda la
comunidad valenciana.
Algunos vecinos se quejan por las molestias
que lógicamente las fiestas provocan: calles cortadas, actos ruidosos, verbenas
nocturnas. Pero yo creo que estas incomodidades valen la pena puesto que, al final, el saldo
es más que positivo: alegría desbordante, descanso relajante, encuentro con los
demás vecinos, afirmación de raíces populares.
Ayer asistí a la fiesta de la Purísima en
el Raval, en la parroquia de San Francisco. Misa solemne en un templo que
respira sencillez franciscana, igual que la sencilla gente de la feligresía.
Y por la tarde, a primera hora, la
Cabalgata de la fiesta de la Virgen del Remedio y después, a segunda hora, la
solemne procesión de la Purísima por parte del barrio de San Francisco. Así concluían los bonitos y muy concurridos
festejos del Raval.
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