“Nosotros, confiados en la promesa del Señor,
esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia”.
Desesperados y sin paciencia, llenos de ira e indignados, descreídos y resabiados, miramos el mundo que nos rodea,
con sus propias inmundicias y maldades y pensamos que esto no tieen remedio. El
terrorismo cruel, las pateras que se hunden, la corrupción y los malos tratos,
la tierra entera parece florecida por las flores del mal. Nos ahoga este cielo contaminado
y esta tierra vieja.
Y sin embargo el Apóstol Pedro, en su primera carta que hoy en misa hemos
leído nos recuerda cual es la esperanza a la que hemos sido llamados: Cristo,
el hombre nuevo que nos ha enseñado que en este mundo florezca la paz y la
libertad.
No os desaniméis: confiando en la
promesa del Señor “esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la
justicia” ¡Qué suerte siendo creyentes poder nosotros comenzar a realizar este
bello sueño!
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