Mi vecina ha estado este mes pasado
en México y supongo que a su hijo pequeño le ha traído algunos regalos, entre ellos un lindo poster algo siniestro que
ha colocado en su puerta que anuncia “El día de los muertos” con dibujos al colorido
estilo mexicano, que son, incluso, graciosos. Ya sabemos que los mexicanos
celebran por todo alto a sus muertos. Les llevan manjares hasta el cementerio y
allí juntos en familia, utilizando la la losa de la tumba como mesa familiar,
se dan un gran banquete con ellos (o a costa de ellos).
También los americanos del norte celebran
la fúnebre fiesta en plan de un chocante juego infantil es la fiesta de Halloween
de la que el cine de terror se ha apropiado y que no tiene las connotaciones tan negativas contra las que no vamos a despotricar aquí y
que como la coca cola se ha esparcido en todo el mundo. Algunos católicos se
asustan y montan en furia porque creen que es una competencia a ese gran
atractivo que es la creencia en la resurrección de los muertos que tenemos los
cristianos.
Algunas diócesis católicas han
reaccionado cambiando el rostro siniestro de la fiesta por otro más amables (yo
diría más bien cursi, ridículo y casi monjil). Se trata de celebrar el día de Holloween,
como el Día de los Santos y Santas de cine.
Los niños se vestirán de mártires, confesores, angelitos, y las niñas de santas
y vírgenes. (No sé qué harán si se disfrazan de santos mártires: será bastante “gore”.
¡Uno sin cabeza, otro sin brazos ni
piernas, etc!). La iglesia otra vez, actuando en el lado reaccionario.
No nos engañemos: el culto a los
muertos tiene una larguísima tradición histórica ya desde los primeros pueblos
primitivos. Tratar de esquivarlo y de minusvalorarlo por que se celebre de distintas
maneras según su uso cultural es bastante tonto e inútil. Además, la Iglesia
desde siempre ha celebrado muy plásticamente ese terror ancestral que todos
tenemos ante la muerte. Si no, véanse las pinturas de la danza de la muerte en
las iglesias, También en el periodo barroco se realizaron grandes altares
decorados con esculturas o pinturas de espantosos esqueletos (véase en Sevilla a
Valdés Leal) que recordaban la efímera condición de vida del ser humano.
Así pues no habría de alterarse tanto
con las histerias y estupideces que se hacen ahora en Halloween.
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