“María tomó una libra de
perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó
con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?”…
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: ¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?”…
El olor de ese perfume de
nardo me transporta muy adentro, allí donde sólo tú, Señor, puedes acceder para
cambiarlo todo en mi vida. En el suelo, con mi pobre perfume, unjo tus pies con
mi pobreza, mi pecado, mi fracaso, mi dolor... Mi perfume no expande un olor
agradable, pero si tú lo llevas a la Cruz, se transformará en un perfume de
nardo, como el de María: un perfume que va a llenar de sentido mi vida, un
perfume que va a llenar mi casa y la transformará en centro de acogida, de
amistad, de amor, de ternura. Ahí me tienes Señor, a tus pies, y ahí seguiré
esperando... esperando la claridad de tu mirada, esperando la ternura de tu
amor. (Pep Baquer, sj)
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