viernes, 9 de abril de 2021

LA CANCIÓN DEL COLACAO

 


El fútbol y el racismo

Esta mañana, estando yo en mi lugar de trabajo, y separado por una pared, escuchaba la voz de un albañil que está trabajando en un edificio adjunto en construcción. Los albañiles para combatir y pasar la tediosa jornada de su trabajo suelen muchas veces ponerse una radio con el volumen a toda paleta o cantar a voz en grito. Uno de ellos, al que oía muy bien desde el interior del patio de luces, cantaba con toda claridad y emoción esta mañana la canción del colacao, el famoso anuncio que de críos escuchábamos. Es una canción muy popular pero que denota un cierto tufillo de racismo despreocupado y desinhibido que por aquellos años sucedía.

El racismo: una actitud y un mal hábito que durante siglos hemos tenido en Occidente, pero que como un virus siniestro de esos que siempre viven y nunca pueden ser aniquilados, se alberga en la mente y el corazón de muchas personas. Si uno analiza a fondo en algunas ocasiones algunas actitudes o gestos que realizamos, nos darían el resultado de que todos, todos, todos somos racistas.

¡Que trifulca la que se armado por el caso del racismo reciente en el fútbol! Un futbolista blanco en el fragor de la batalla futbolera, donde las personas pierden sus controles, insulta a un futbolista negro. Las palabras arrojadas como piedras como insulto son odiosas, muy gruesas, intolerables. Gravísimo pecado. La sociedad futbolera se ha rasgado las vestiduras y la cosa va cada vez a más. El futbolista ofendido y su equipo parece que ahora intentan aprovechar la ocasión para anular el partido que habían perdido. Se han hecho puestas en escena en el mismo campo de fútbol para indicar su solidaridad con el insultado.  El insultador dice que él no ha sido, que él no ha dicho esas palabras tan ofensivas. Así que ya veremos.


No es preciso recordar que esto del fútbol es un espectáculo sumamente productivo, un negocio donde unas empresas comercian con seres humanos en sus contrataciones y el factor económico impera sobre el factor humano. Se pide que en este negocio económico, que es el deporte espectáculo, donde las estrellas del futbol destacan muchas de ellas por un tren de vida de lujo escandaloso, sus miembros deben ser caballeros. Habría que ir también a las gradas de los espectadores -ahora no los hay por la pandemia- para ver si desde allí también se profieren insultos de tinte racista. Si los escucháramos, quedaríamos espantados.

Así que nuestro albañil que cantaba (lo hacía bastante bien) “Yo soy aquel negrito del África Ecuatorial ...” con desinhibición y entusiasmo, podría ser denunciado por algún compañero de color que trabajara con él.

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