Ayer, en Valencia se celebró la fiesta de San Vicente
Ferrer. Santo importante al que se le tiene gran devoción puesto que nació aquí y tuvo gran influencia
en la historia del Antiguo Reino de Valencia.
Yo he celebrado el día participando en la
romería que en la ciudad de Lliria se celebra todos los años. Allí el Santo
Predicador hizo el milagro del manantial inagotable. Como toda romería,
participas de la alegría de la fiesta de encontrarse con los amigos andando el
recorrido a través del campo.
Es fiesta de primavera aunque
este año el invierno parece no querer despedirse. Negros nubarrones amenazantes
se paseaban por el cielo que a veces aparecía azul brillante. Casi todo el
pueblo de Lliria se cobijó en la sombra de los pinos, olivos y algarrobos que
circundan el manantial que San Vicente Ferrer prometió que nunca se secaría
para los llirianos. La ermita del Santo, del siglo XVI, enjalbegada y blanco
como una paloma estaba llena a tope. Una misa cantada con un sermón muy
sencillo y directo pronunciado en un valenciano llano y elegante pronuncio el
cura. Después, un rito entrañable y y ancestral en donde todo un pueblo se
alegra con la vida que dan las aguas que brotan en el manantial y que el cura
allí bendice solemnemente.
La gente almuerza en el hermoso
paraje, alrededor de la gran laguna. Algunos que han bebido más de la cuenta,
acaban bañándose en las aguas del lago de San Vicente, esta vez demasiado frías.
Una jornada feliz y festiva que acabó con el regreso al pueblo acompañando la
imagen del santo al final las nubes desaparecieron y el sol campó por su
respetos.
De regreso de la Romería |
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