lunes, 29 de abril de 2013

Los sermones de los curas


En nuestra reciente reunión de arciprestazgo, los curas hemos estado hablando de las homilías que hacemos los domingos. Estamos todos de acuerdo, los sermones deben estar bien preparados y han de ser breves, pero esto es una cuestión peliaguda.

Se quejaba uno de un cura que le sustituye algunas vez, que éste aprovecha el púlpito para expandirse en sus preocupaciones y obsesiones sociales. Otro, de que algunos abusan de la infinita paciencia de los feligreses, y hacen unas homilías que llegan hasta los treinta minutos. Un tercer cura de la reunión decía que los sermones deben durar sólo 10 minutos, tiempo suficiente para explicar una idea o un aspecto del evangelio que se intenta comentar. (¡Pero sólo el Evangelio, no las noticias de actualidad!

Creo que hoy día muchos sacerdotes han conseguido bastante superar aquello farragosos y largos sermones, condenatorios muchas veces, sin ningún entusiasmo por la vida, aunque todavía hace falta andar mucho para mejorarlos.

Y es que los sermones deben ser breves, amenos, sin teatro ni golpes de efecto, no condenatorios y, sobre todo, fruto de la reflexión orante de la Palabra de Dios. Han de hablar de la vida de aquellos que escuchan, pero siempre con la luz del Evangelio.

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