Pues sí, estamos en Pascua y en la iglesia ha reverdecido la esperanza. Un año más, una vez más la esperanza, porque Jesucristo ha resucitado. En verdad, ha resucitado. Y esa es la gran razón de nuestra alegría.
Alegría y
esperanza que aún se duplican porque este Señor Resucitado se nos adelantó y nos ha regalado un avance de la primavera: un
Papa nuevo. El Papa Francisco, que fomenta aun más y también nuestra alegría y nuestra esperanza.
Desde hace
ya un mes, todos, creyentes y no creyentes, andamos detrás de sus gestos.
Gestos de cercanía, gestos de sencillez, gestos de gozo, gestos de pobreza,
Esos gestos que son de puro sentido común en un Papa. Tan naturales que casi ya
los habíamos olvidado…
Este papa
Francisco que cada día nos sorprende con unas palabras nuevas, con signos
evangélicos que parece habíamos perdido. Con un nuevo modo de sentir la iglesia
que nos llena de entusiasmo. Con una fe y un amor a la Iglesia de Jesucristo,
que ha hecho reverdecer nuestro corazón, encender nuestra fe, abrirnos a la
esperanza. Con una cercanía, humildad y pobreza que nos desarman…
Basta
contemplar su sencilla serenidad, o su sincera sonrisa. Francisco es el mejor
regalo que en el espíritu de la Pascua nos ha podido hacer el Señor.
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