Un compañero sacerdote, que trabaja en el
Vaticano, que es por tanto monseñor muy enterado de lo que se cuece en aquellos
lares, ha comentado en una reunión informal alrededor de la mesa, que este otoño
en Roma las cosas pueden estar muy calientes a raíz de la celebración de los
sínodos sobre la Familia y el Matrimonio que se van a celebrar.( Un sínodo es
una reunión de todos los obispos convocada por el Papa para tratar asuntos muy concretos
de la iglesia). Serán sobre el tema de la familia y el matrimonio, dos asuntos
muy importantes que en la Iglesia necesitan una fuerte revisión.
Explicaba
este monseñor que en las conversaciones de pasillos en el Vaticano se dice que puede haber
una especie de choque frontal de trenes, dado que matrimonio y familia son
asuntos casi exclusivos ubicados en ciertos movimientos de la iglesia. No se
trata sólo de puntos de vista de progresistas o conservadores. Se trata sobre
todo de la situación actual y el trato que hasta ahora la Iglesia ha dado a
separados, divorciados, homosexuales, etc. Casi siempre con la sospecha o el rechazo abierto que ha herido profundamente
a estas personas, cuando no las ha convertido en hostiles a la Iglesia y, lo que
es peor, al Evangelio.
La cuestión está en la compatibilidad del
tratamiento pastoral que sigue el Papa Francisco que siempre nos habla de tolerancia,
comprensión y misericordia y el freno o
rémora que pueden realizar ciertos movimientos eclesiales, potentes, extendidos
y muy conservadores cuyo lenguaje es negativo y fosilizado
La Iglesia debe ir un paso por delante y, abierta a todos, ha de sitúarse en medio de la sociedad, abordando directamente y sin
complejos todos los retos que interpelan a todas las familias.
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