Ya ha empezado el curso escolar. Por las mañanas, bien
temprano ya vemos a los niños con sus relucientes mochilas o sus carritos, sus
zapatillas nuevas y su ropa estrenada, acompañados de los papás o los abuelos
dirigirse al colegio. Los veteranos con vehemencia, los más pequeñitos, y al
principio, con cierta resistencia pero todos ya con alegría e ilusión: todo es
nuevo y acuden al lugar de encuentro con sus profesores, compañeros y amigos. Allí
aprenderán a ser auténticos hombres y mujeres auténticos, a adquirir
conocimientos y cultura y también la ilusión y esperanza de dar sentido humano
a sus vidas. ¡Dichosa la sociedad que facilita a los niños la ocasión de tener
una escuela feliz! .
Podríamos ver muchas películas donde esto sucede, aunque la
mayoría no se sustrae a los problemas que surgen especialmente en los lugares
donde el bajo nivel de vida, la carestía y la pobreza, y también a la violencia
y la guerra no permiten que la educación sea algo digna y fácil. Pese a las
grandes dificultades que educadores y educandos a veces tienen que superar, al
final y siempre, aparece la satisfacción del cumplimiento del deber del maestro
y los alumnos, aunque a veces haga falta hasta el heroísmo.
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