Fue perfecta la fiesta a la que ayer tuve la suerte dicha de poder asistir y participar. Pese a los condicionamientos tan difíciles y limitadores que la situación de la pandemia obliga a cumplir, fue una tarde muy gozosa para mí, como hacía tiempo no la había tenido. Pese al intenso calor que pasamos incrementado aún más por el ahogo de las mascarillas, nos sentimos todos muy unidos y con el corazón lleno de alegría. Vernos todos juntos y unidos alrededor de la Madre. En cierta manera yo sentía que era como la restitución de un momento y de un día que por extrañas circunstancias nos había sido arrebatado.
Volver a encontrarse con personas con las que has convivido durante muchos años, a las que en su momento quizá por la rutina diaria no pusiste mucho empeño en mostrar tu cariño y tu simpatía, y ahora poder volverlo a hacer, llenos de alegría al saludarnos aunque sea tan precaria mente, poder vernos y comprobar también como el paso del tiempo va cambiando un poco nuestros rostros pero que a la vez nos va fortificando en la construcción del hondo edificio de nuestras vidas.
Ayer se cumplió lo debido, la alegría, la ilusión, el encuentro. Pues las fiestas tienen algo mágico: detienen el tiempo para mirar hacia atrás y alentarte hacia el futuro.Es lo que debe realizar una fiesta: crear un paréntesis en la rutina fatigosa de la vida, convencernos que la felicidad es posible, afirmar el arraigo de nuestras tradiciones y de nuestra Estas son las que pueden mover nuestras vidas para que tengan sentido.
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