No se puede pensar impunemente: todo pensamiento influye
en mí, me marca, tiene sus consecuencias. Porque somos libres.
No se puede hablar impunemente: tus pensamientos expuestos
en la palabra se transmiten para ser escuchados por otros. Porque somos libres.
No se puede escribir impunemente: tus palabras escritas
no se escriben para ti sólo: tarde o temprano hasta la confesión íntima se llega a manifestar. Porque somos libres.
Si queremos ser libres en nuestros pensamientos, libres
en nuestra palabra, libres en nuestros escritos tenemos que estar dispuestos a
afrontar la opinión contraria de lo demás.
Por eso cuando surge un mal juicio mental, unas palabras insultantes,
un escrito ofensivo, tenemos que saber apechugar y ser responsables de lo que hemos comunicado. ¡No se puede tirar
la piedra y esconder la mano, porque las palabras no son blancas! La libertad en la palabra presupone responsabilidad ante los demas.
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