Pasaron "los Goyas". He de decir que no me interesan gran cosa (igual que me ocurre con los premios "Oscar"). Me aburre el glamour, y las tonterías que dicen presentadores y premiados. Sus risas son tics nerviosos, sus sonrisas, gestos congelados. Sé que detrás anda el montaje económico, los intereses del dinero.
No obstante, pienso
que el premio mayor de los Goyas de este año ha sido adecuado y merecido.
"Vivir es fácil con los ojos cerrados", la película de David Trueba,
el columnista de "El País" (¡qué casualidad!) e hijo del insufrible
Fernando Trueba (¡qué casualidad!) es una película bien realizada, aunque no es
como para echar las campanas al vuelo y respira progresía y posmodernidad, lo
más políticamente correcto que los cómicos de la legua gustan hoy día. Se
habrán puesto todos bien contentos, aunque no hayan podido tirar tomates a
Wert, su demonio particular... claro que el ministro odiado no se iba a prestar a ser diana de sus dardos.
El premio, más que el Goya, es que "Vivir es fácil con
los ojos cerrados" se ha vuelto a exhibir en las salas de cine, porque la
vez anterior, cuando se estrenó, no se le hizo caso, pasó sin pena ni gloria.
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