Malhadado enero

 Nos quedamos sin poetas. El mes de enero pasado nos ha dejado con las vidas perdidas de tres grandes poetas.Sus voces nunca se apagarán,permanecen en su obra poetica. Seguramente para el gran público prácticamente desconocidos, pero para los que gustan de la poesía y de su lectura, sobradamente notorios.

A mitad de enero murió Juan Guerman, poeta argentino, que sufrió en su carne lo más terrible de la dictadura (perdió a su hijo y su nuera, encontró veintidós años después a su nieta perdida), que resistió a ella y luchó hasta el final por un mundo mejor y contra su crueldad. Esta es una muestra de su poesía:

Nota XXVII

de lo posible a lo probable/del
sueño a la realidad hay como
mares/playas nocturnas donde
animales de pico descarnan
formas mojadas por los jugosdel corazón/así/viajamos
del pecho al seco sol que dora
la maravilla/o existir

Tres días después fallece el mexicano José Emilio Pacheco. Fue un gran amigo del anterior. Los que le conocieron dicen de él  que era un hombre bueno y afable. Dominaba hasta le perfección el idioma castellano. Su poesía era de una gran austeridad: buscaba depurarla de cualquier elemento decorativo, en pro siempre de un compromiso social. He aquí unos versos del vate mexicano:

  En el último río /de la ciudad,

por error 
o incongruencia fantasmagórica, vi 
de repente un pez casi muerto. Boqueaba 
envenenado por el agua inmunda, letal 
como el aire nuestro. Qué frenesí 
 

el de sus labios redondos, 

el cero móvil de su boca. 
Tal vez la nada 
o la palabra inexpresable, 
la última voz 
de la naturaleza en el valle. 
Para él no había salvación 
sino escoger entre dos formas de asfixia. 
Y no me deja en paz la doble agonía, 
el suplicio del agua y su habitante. 
Su mirada doliente en mí, 
su voluntad de ser escuchado, 
su irrevocable sentencia. 
Nunca sabré lo que intentaba decirme 
el pez sin voz que sólo hablaba el idioma 
omnipotente de nuestra madre la muerte.

Y el último día de enero, también se fue el poeta Félix Grande, que se crió en el Tomelloso y al cual, temprana y literariamente, descubrí a través de su primer libro “Las piedras”, premio a Adonais 1964. Años más tarde lo conocí personalmente: compartí con él una mesa de tertulia literaria. Tengo algunos libros suyos firmados por él. Me marcó enormemente la lectura de su emocionada “Historia del flamenco”, que hizo que me aficionara aún más a ese tipo de música. Su poesía tiene una voz sensual a la vez que honda preocupación social.

          Cuando te acuerdes de mi cuerpo
y no puedas dormir
y te levantes medio desnuda
y camines a tientas por tus habitaciones borracha de estupor y de rabia

en algún lugar de la Tierra
yo andaré insomne por algún pasillo
careciendo de ti toda la noche
oyéndote ulular muy lejos y escribiendo
estos versos degenerados.