Hoy,
9 de noviembre, se ha celebrado el 25 Aniversario de la caída del Muro de Berlín.
Todo un acontecimiento que cambió la historia contemporánea. Y Alemania, el país
más rico del mundo, lo ha celebrado por todo lo alto. Naturalmente. Laboriosos,
disciplinados, eficaces los alemanes han sabido construir una Alemania dividida
en una Alemania fuerte y poderosa que parece estar de espaldas a los países más
necesitados. Los demás países como corifeos de este invento que se llama la
Comunidad Europea también se han sumado a la celebración.
Es
fácil celebrar un muro derribado. Y más cuando ello ha permitido que Alemania
se erija en el líder de la economía europea y mundial, donde se refugia el
liberalismo económico más atroz.
A
mí me gustaría celebrar la caída de otros muros construidos -algunos sin
ladrillos ni cemento- que también hay que derribar y que parece no interesar a
las grandes poderosos de la Tierra. Muro que frena los sueños de los
inmigrantes en Ceuta y en Melilla. El muro que está separando cada vez más a
catalanes del resto de los españoles. El muro que divide a judíos y palestinos
(éste bien material), en Israel como podéis ver en la foto que yo tomé hace ya
cuatro ó cinco años. ¿Hasta cuándo?
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