Las palabras que pronuncia
hoy Jesús son
provocativas, incendiarias. Parecen contradictorias con ese dulce y pacífico Jesús
de estampita que a veces nos han querido transmitir. ¿Sospechaba Jesús que su mensaje y su vida chocaría con violencia contra muchas circunstancias e instituciones establecidas?
Tal vez por eso Jesús habla de enfrentamientos entre miembros de una misma
familia. Puede parecer una exageración pero por mucho menos a veces se pelean padres e hijos, sobre todo cuando
es esa familia los lazos familiares no se sustentan sobre el amor, sino sobre
otros intereses de medro y egoísmo.
Pasión por Dios y pasión por los
pobres, ese es el fuego que ardía en el bravo corazón de Jesús.
Incendiar a todos sus seguidores con ese mismo ardor, eso es lo que quería aquel corajudo hijo del carpintero. Desenmascarar las instituciones, en este
caso, la familia, cuando cifra su fuerza en el egoísmo y los
intereses del poder y de la economía, fue tarea suya y es tarea nuestra. Transformar este mundo, humanizándolo, es
empezar a construir el Reino de Dios.
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