Hoy, día dos de agosto, es la solemnidad
de la Virgen María, Reina de los Ángeles. Es la titular de la parroquia de la
que soy párroco y la consideramos patrona de este barrio de Valencia que antes
fue el pueblo del Cabanyal.
Yo siempre digo
que es la fiesta más entrañable y sentida, de las muchas que se celebran en
esta parroquia. No tiene el relumbre ni la trompetería de los actos y
procesiones de la Semana Santa Marinera pero tampoco los intereses y bobas fijaciones de las que adolecen algunas
cofradías. Es una fiesta sencilla que, por eso, alcanza una gran solemnidad.
El día arranca a las siete y media de la
mañana con el Rosario de la Aurora, donde un buen puñado de festeros y
feligreses cantan y rezan recorriendo las calles del pueblo que parecen todavía
dormidas. Luego se celebra la Misa del
Alba y después, los festeros y devotos acaban desayunando "orxateta i
fartons".
Y por la tarde, la gran fiesta: la
celebración de la Eucaristía, cantada maravillosamente por el coro de Ribarroja
y, a continuación, la procesión con la sencilla y bella imagen de la Virgen de
los Ángeles, visitando las calles de su amado pueblo de el Cabanyal.
Es un día de gozo y de gracia para todos
los feligreses y vecinos.
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