¿Cuántos caben en la mano de Dios?
La pregunta de los apóstoles a Jesús sobre
cuántos son los que van a salvarse, responde a la preocupación de los miembros
de una secta que era uno de los peligros en los que podía caer la iglesia primitiva.
La respuesta de Jesús que abre la puerta de la salvación a todo el que es bueno
y honrado -es decir, a todo el que se esfuerza por la generosidad y el amor a
entrar por la puerta estrecha- abre la frontera de la iglesia.
Detrás de todo esto se dirime el tema de
por qué la humanidad es una gran familia: la familia humana que nace y crece y
vive y se desarrolla por la voluntad de Dios, el Padre común. Vivir siguiendo
el proyecto de este padre, es ya de por sí, el billete de la salvación.
La intolerancia, la intransigencia, el
integrismo, la no aceptación de lo diferente y distinto, son vicios que
enclaustran al ser humano, o a una comunidad, o una iglesia...
Sólo el ser último, es decir, el no
sentirse mayor o mejor que los demás, el liberarse de los prejuicios,
hacen que de verdad podamos entrar en el
número de los que se salvan.
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