He tenido la ocasión de pasar quince días
de mis vacaciones en el Valle de Arán. Han sido días de caminatas, de paseo, de
disfrutar de la naturaleza salvaje y del tipismo de los pueblos del valle. Me
alojaba en una casa nueva cedida por la gentileza de unos amigos, en el
pueblecito de Benós situado en el "Mitg Arán". Casa hecha de piedra,
hormigón y pizarra y el interior de madera. El pueblo, muy pequeño -viven
habitualmente sólo cinco familias-, está arreguindado en la falda de un monte y
parece un caserío en lo alto de un monte de corcho de un Belén.
Desde allí, muy temprano, salíamos en
coche hasta lo más alto de las montañas, uno, para escalar y hacer cimas, otros,
como yo, para dar largas caminatas por los senderos y pistas que cruzan los
bosques. Y además de andar también de he hecho muchísimas fotografías: porque
no sólo son admirables las cumbres de las montañas, todavía con nieve, también las umbría de los profundos bosques,
los árboles centenarios, las diminutos insectos y las pequeñas flores que
bordean los caminos y sendas del bosque.
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