¿Cuántas
veces aparece el nombre de Dios como Padre en el breve texto del Evangelio de
este domingo? Hasta cinco veces y éstas en un solo párrafo. ¿Qué se quiere
mostrar con esto? Que era una palabra que estaba constantemente en los labios
de Jesús. Como un buen judío, Jesús no nombraba a Dios (el “innombrable) con
frecuencia. Ni pronunciaría mucho el
nombre de Yahvé, pero tampoco lo denominaba con frecuencia con sinónimos
o circunloquios: el Santísimo, el Todopoderoso… etcétera.
¿De qué modo
pues Jesús llamaría a Dios? Nombraría a Dios como lo sentía: como Padre. Aquí lo hace
en medio de un oración de bendición que no puede ser más tierna, más confiada. En
algunos momentos familiares íntimos lo llamaba "papá" (“abba”).
Jesús
elimina ese tipo de relación con Dios que a veces muchos tenemos: como el que
está lejos de nosotros, como el que está encima de nosotros, como el que se
diferencia absolutamente de nosotros. Dios es Padre, un padre lleno de cariño,
de amor. Así tiene que ser la fe de los que creemos en Jesús de Nazaret, hijo
del Padre común, y por tanto, hermano nuestro.
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