Parece ser que el texto "Los santos que quiere el Papa" que el otro
día escribía afirmando que su autor era el Papa Francisco, es apócrifo. No
tiene mayor importancia para muchos de nosotros. Porque una vez más lo
importante no es quién lo dice, sino lo que dice. Y lo que dice está dentro del
espíritu de este bendito Papa que Dios nos ha regalado.
Es curioso comprobar cómo algunos
textos muy bonitos que se atribuyen a gente famosa, escritores célebres, que se
usan como un reclamo para que la gente les preste mayor atención, aunque a
veces estos textos no concuerdan mucho con el pensamiento, las creencias o la
ideología de estos escritores.
Algunos conocerán una especie de
testamento que escribió García Márquez muchos años antes de que murieses. Es un
texto muy hermoso, pero no era de él.
Recientemente hace un tiempo leí en un mensaje enviado unas
palabras muy hermosas sobre los hijos y el honor de ser padre, atribuidas al
escritor José Saramago. Era un texto muy bonito desde el punto de vista del
escritor Premio Nobel como padre, que invocaba muy acertadamente a Dios, cosa
un tanto difícil por cuanto Saramago siempre se ha declarado ateo y
descaradamente hostil a cualquier religión y especialmente al cristianismo.
Algunos consideran su "El evangelio según Jesús" como un libro
descaradamente blasfemo.
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