¡Iglesia, sal de ti misma!
Preguntaba
el otro día (antes de su operación) el papa Francisco a un grupo de periodistas
y de responsables de los medios comunicación de la Iglesia, si el mensaje del
evangelio llegaba a la gente. La necesidad de anunciar el mensaje de Jesús es
urgente. Si, aún cuando, la Iglesia tiene medios para hecerlo, ¿por qué no
llega a sus destinatarios? Francisco insiste que para ser creíbles, la Iglesia
debe “estar en salida”. ¿Qué querrá decir con esa expresión hablando de los medios
de comunicación? En primer lugar, que el lenguaje que utilice no debe ser el soberbio,
periclitado y a veces rancio que usa la institución eclesial. En segundo lugar,
que las plataformas desde las que hablan los jerarcas de la iglesia (sedes
catedralicias, púlpitos, boletine oficiales, semanarios diocesanos, hojas
parroquiales, emisoras católicas, revistas pías, asociaciones tradicionales,
etc., etc.), deben cambiar para así poder salir al encuentro de tantos hombres
y mujeres que de un modo u otro andan buscando la trascendencia.
Un Iglesia
en salida significa que ésta en cierto modo debe “vaciarse” de sí misma, hablar
al mundo de igual a igual, y humildemente, sin arrogancias, nunca “imponerse”
al que vive fuera de ella o en la frontera de la creencia. No tiene sentido
tratar a los alejados como feligreses rebeldes, sino como validos interlocutores.
Me escandaliza entonces, esos discursos arrogantes y textos episcopales que fustigan
y condenan sin matices las cosas que ocurren en este mundo.
Son
posturas y actitudes que cierran las puertas. Por eso me duele tanto la
Iglesia.
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