Hoy he subido, acompañando a mis dos amigos, Isabel y Jesús, a la cima del tozal de Iguerra, en el valle de Gistain, y que hace la cumbre número tres mil que mi amigo Jesús ha alcanzado y que comenzó siendo un adolescente. Su primera gran cima fue la del potente Puigamale que ascendió con su hermano desde el valle de Nuria y casi sin enterarse. Las ha sabido contabilizar desde el princpio y una a una y sólo cuenta las cumbres a las que ha subido en Pirineos o en Chamonix. No computa las muchas ascensiones que ha hecho en las montañas de la Comunidad Valenciana.
Ha elegido para llegar a
ese número casi imposible para muchos de nosotros (acomodados más bien a
nuestros sofás) una montaña de fácil acceso, pero magníficamente situada y la
ha escogido en atención a nosotros, su esposa y yo, ahora ya nada expertos. La perspectiva que contemplábamos en su cumbre
es soberbia: los macizos del Cotiella -, desnudos gigantes de roca caliza-, la
lejana cara norte de la Peña Montañesa, el altivo macizo del Posets y los Eriste, el collado
de la Cruz de Guardia, las vertiginosas paredes del Maristás y al fondo, todo
el valle de Gistain con sus verdes laderas pobladas de bordas.
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