Con comentarios de
todo tipo se ha despachado la prensa de hoy informando el tan esperado relevo
del Cardenal Rouco como presidente de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica
Española.
Los articulistas han
sentido gran alivio al perder de vista al hasta ayer "jefe de los
obispos" ese cardenal con antipática cara de ogro y voz y discurso
apocalíptico que se ha despedido con cara de pocos amigos, anunciando
calamidades sin fin debido a la ola de laicismo que nos invade.
Los diarios han
saludado, algunos pasándose tres pueblos con sus elogios, al nuevo presidente
de la C. E. E, el arzobispo de Valladolid, monseñor Blázquez. A mí monseñor
Blazquez, aunque tenga un "look" más apaciguado, no me entusiasma
mucho. Es un discípulo de Rouco, con un modo hablar untuoso, de maneras
eclesiásticas y actitudes y planteamientos conservadorae.
Como tantos obispos
y curas (yo, -mea culpa-, aquí también me incluyo) dice "identificarse con
el Papa Francisco", lo cual puede ser una gran esperanza o sólo buenas
intenciones. A la Conferencia Episcopal Española, todavía no se le ha visto un gesto de apertura como los que hace el
Papa argentino. Y hoy, precisamente, hace un año que el Papa empezó realizarlos.
De todos modos no
se trata de un “look” más o menos brillante, ni de una biografía atrayente: el
presidente de la Iglesia española, debe dejarse de guiar por el Espíritu Santo. Él es el que puede hacer el gran milagro de que nuestra Iglesia en España sea un signo evangélico atractivo para todos.
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