En Sevilla (o en cualquier otra ciudad
donde se celebra una gran Semana Santa) la cuaresma se vive como un tiempo de preparación
de los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. No solo de un
modo espiritual (que tengo noticia que se hace bastante bien) sino también de
modo más material (logística, asuntos varios que a las procesiones y actos litúrgicos
y civiles incumben). Allí, naturalmente, la Cuaresma desemboca en masivas celebraciones
del triduo Pascual.
En el Cabañal no es así: la más que
masiva, excesiva y en muchos momentos cargante fiesta de las Fallas, rompe la
quietud, el retiro y el ámbito religioso que es la Cuaresma. Hasta el Arzobispo
levanta la abstinencia el viernes de esta semana. ¡Llevamos casi quince días de
problemas de tráfico, ruidos y molestias varias que por amor a la fiesta muchos
estoicamente soportan.
En cuanto terminen éstas, mis
convecinos comenzaran con algo de prisas y precipitación a realizar las otras fiestas:
la Semana Santa Marinera de Valencia, que también tienes sus incomodidades y molestias
y también su ruido: tambores y cornetas, bandas, campanas…
A los que no les gusten los
festejos ruidosos no tiene mas remedio que emigrar (si pueden). Así que a
falleros y “semanasanteros” pido lo mismo: ánimo y paciencia.
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