¡Vaya palo! Murió ayer repentinamente el sacerdote Pablo Sopena. Tenía 38 años. Esta mañana, a las 11 ha sido su funeral, en la parroquia de San Juan y San Vicente, en el centro de Valencia. Era nieto del médico Marcos Sopena, que aquí, en el Cabañal y en los Poblados Marítimos ejerció sabia y generosamente su oficio en favor de la salud y que tiene una calle a su nombre.
Cuando ayer domingo, nos
enteramos de su súbita muerte, nos quedamos todos
helados. El calor de la ceremonia que se ha hecho esta mañana,
-el templo lleno, más de 80
sacerdotes, muchos de ellos jóvenes- quizá
nos haya elevado un poco la temperatura: es un suceso, del que como siempre,
tiene la última
palabra Dios. Y a este buen Dios confiamos su alma. Cada vida tiene su tiempo.
La de él
ya se ha cumplido. ¡Bendito sea
Dios!
¡Descansa en paz, Pablo!
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