miércoles, 5 de marzo de 2014

Quitando y poniendo cruces



 “Paris vaut bien une messe” (“París bien vale una misa”). Lo decía Enrique IV de Francia, el monarca tan bien retratado por Heinrich Mann. Pero no parecen entenderlo hoy en muchos lares de la política carpetovetónica que solo sabe luchar tirándose crucifijos a la cabeza. Cuando a Tierno Galván le dijeron que retirara el crucifijo del Palacio de la Villa, el Viejo Profesor dijo que, aunque él no era creyente, reconocía que aquella cruz era un “símbolo de reconciliación”. Y vean ustedes ahora:

Soledad Becerril, la exalcaldesa sevillana, que tantas procesiones presidió y tan devota parecía con mantilla y peineta por el puente de Triana; la primera mujer nombrada ministra tras la dictadura, hoy ocupa el cargo de Defensora del Pueblo. Acaba de decir que “la permanencia de un símbolo identitario de carácter religioso en las salas de plenos de las corporaciones locales carece de relación objetiva con la naturaleza específica de las actuaciones públicas (…) lo que el texto constitucional pretende evitar”. ( Ufff… ¡vaya frase!).
Pues no pensaba así en la Sevilla cofrade en donde la simbología religiosa adquiere una particular significación; o cuando era ministra de Cultura….

Por otro lado, Belloc, casado por lo civil –cosa que no tiene importancia, pues tantos casados por la Iglesia mejor que no lo hubieran hecho–, hombre de significada increencia, alcalde de Zaragoza, el año pasado, dejó solo en una votación a su grupo socialista para unirse al PP para que el crucifijo que preside los plenos municipales continuara en el salón de sesiones.
Esto no hay quien lo entienda… Si París bien vale una misa, “lo que no esté roto no hay que arreglarlo”, que decía aquel prócer socialista de la pana, Alfonso Guerra.

 Ni quitar, ni poner. Hay otros problemas más urgentes que arreglar y que duermen el sueño de los justos en la mesa del Defensor del Pueblo…

Pero hacer una guerra de crucifijos en un país que tirita es cosa de bobos. En el sentido francés del término, el “bobo” es un pijo que de poco tiene que afanarse, pues tiene la barriga llena.
                                                        Publicado el 28.02.2014 por Juan Rubio en  "Vida Nueva"

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