El 23 de abril de 1616 murieron William Shakespeare, Miguel de Cervantes, el Inca Garcilaso de la Vega. Uno en Inglaterra, otro en España, el último en Perú. También en ese día, ya en el siglo pasado, fallecieron Vladimir Nabokov y Josèp Pla. Todos siguen vivos gracias a los libros. Por eso la ONU señaló ese día con la celebración del Día del Libro. Los catalanes tienen el buen gusto de hacerlo coincidir también con la fiesta de Sant Jordi y con el bonito detalle de regalar una rosa al comprar un libro.
En nuestra ciudad de Valencia, la fiesta pasa algo desapercibida y sólo se nota en las grandes librerías que te hacen un descuento del 10%. Más tarde cuando empiece mayo, la Feria del Libro en los Viveros quizá despierte la fiesta. Hoy, yo la he celebrado, con dos libros que estoy deseando empezar a leer y que en la fotografía de arriba aparecen.
Aunque el Día del Libro parece reivindicado más por los libreros, siempre quejándose de que venden pocos, la fiesta debería de reivindicar a los lectores, al gozo de la lectura, al talante de apertura miras y corazón abierto que se construye cuando uno lee.
Leer es uno de los gozos más grandes que tiene el ser humano. Hago mías las palabras que decía el gran Jorge Luis Borges, sublime escritor: “No me jacto de los libros que he escrito, me enorgullezco de los libros que he leído”.
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